Dr. Luis Durand
Jefe Sección
Esófago-Estómago - Departamento de Cirugía
Hospital de Clínicas José
de San Martín - Universidad de Buenos Aires.
Sección Esófago y
Deglución – GEDyT, Instituto de Gastroenterología afiliado a la UBA.
Sección Esófago-Estómago y Deglución - Sanatorio
Las Lomas, San Isidro, Buenos Aires.
Introducción:
La enfermedad por reflujo gastro-esofágico (ERGE) se define por los
síntomas o el daño en la mucosa, que produce el reflujo del contenido gástrico
hacia el esófago o estructuras supra-esofágicas (faringe, laringe, vías aéreas,
etc). Tiene una alta prevalencia en la población occidental y su incidencia
parecería seguir en aumento.
Los pacientes suelen convivir con sus molestias
mucho tiempo previo a la consulta, probablemente por acostumbramiento a las
mismas. La gravedad de la ERGE habitualmente es jerarquizada solo en base a los
síntomas, aunque se debe ser cuidadoso, ya que existe progresión de lesiones
por RGE poco sintomático.
El objetivo principal del tratamiento no solo
debe controlar la sintomatología,
sino que debe también prevenir y
curar las complicaciones a nivel epitelial.
La activación de la secuencia
metaplasia-displasia-neoplasia (complicación más severa de la enfermedad), ha
aumentado dramáticamente en los últimos años. Esto sucede, mientras se dispone
de medicación cada vez más efectiva, para el control de la secreción del ácido
gástrico y los síntomas que el mismo produce, y cuando se conoce más sobre la
fisiopatología que causa la progresión de la enfermedad.
Análisis de la
fisiopatología:
HAY UN GRADIENTE DE PRESIÓN ENTRE EL ESTÓMAGO Y EL ESÓFAGO y
a la vez EL ESTÓMAGO TIENE UN CONTENIDO POTENCIALMENTE NOCIVO PARA EL
ESÓFAGO. Por ello, existe a la altura del cardias una BARRERA que
se opone a dicho gradiente.
El gradiente
resulta de la presión negativa intra-torácica (- 5 mmHg), por la contracción
diafragmática para la
inspiración del aire atmosférico (0 mmHg), mientras que el abdomen tiene
presión positiva (+ 5 mmHg); dichas presiones se trasladan a la luz
esófago-gástrica. El esfínter esofágico inferior tiene una presión estática de
alrededor de +15-20 mmHg que se opone a dicha diferencia de presiones.
Este gradiente tiene gran variabilidad, y a ello debe
adaptarse la Barrera Antirreflujo. Por un lado, las neumopatías (EPOC, ASMA)
pueden negativizar más la presión intra-torácica; y por otro lado también puede
aumentar la presión intra-abdominal (distensión, sobrepeso, embarazo, valsalva,
etc).
Para que
exista Enfermedad por RGE debe cumplirse la siguiente secuencia:
1ro) debe fallar la BARRERA ANTIRREFLUJO, o ser
superada por el gradiente.
2do) debe existir un MATERIAL gástrico con capacidad nociva para el esófago y/o
estructuras supra-esofágicas.
3ro) el material tiene que SUPERAR
LA CAPACIDAD DE DEFENSA del
esófago y las estructuras supra-esofágicas que se vean afectadas.
BARRERA ANTIRREFLUJO (BA) está
formada por varios componentes:
Esfínter Esofágico Inferior
(EEI): no fue reconocido por los anatomistas
clásicos. Recién en la década del ´50, los primeros estudios de manometría
mostraron una “zona de alta presión” (zap), llamado “esfínter funcional” a
nivel cardial. A fines de los ´70, se lo describió como un esfínter anatómico con hipertrofia
e hiperplasia de las células musculares lisas y aumento de los plexos
nerviosos. Está compuesto por fibras circulares del esófago inferior y fibras
oblicuas gástricas, con una disposición asimétrica, y con fijación al abdomen
superior y posterior.
El EEI permanece
cerrado, igual que el esfínter esofágico superior (EES) y el cuerpo esofágico
que tiene un tono muscular de reposo. Al deglutir, y coordinado con la
contracción de los constrictores de la faringe, se relaja el EES, el cuerpo del
esófago y el EEI en forma simultánea. Cuando el bolo alimenticio atraviesa el
EES, este se cierra, e inicia una secuencia de contracción de la musculatura
circular del esófago desde proximal hacia distal, que es llamada “onda
primaria”, y al tipo de frecuencia propulsiva: “peristalsis”. Cuando el
contenido atraviesa el EEI, este se cierra nuevamente. Si todavía queda algún
contenido en el cuerpo esofágico, se activará una nueva onda propulsiva desde
ese lugar, para completar el vaciamiento, y se la llama “onda secundaria”.
Ocasionalmente,
el EEI puede relajarse sin estar precedido por una deglución. Se lo ha
vinculado a la distensión del fundus, y son relajaciones más bruscas y
prolongadas en el tiempo (reflejo posiblemente mediado por el nervio vago).
Constituiría la explicación fisiológica del eructo, se la ha denominado
relajación transitoria del EEI (RTEEI), y ha sido muy relacionada a eventos de
RGE. Otros han interpretado que la distensión del fundus provocaría un
acortamiento progresivo del EEI, hasta vencer el efecto de barrera, generando
un fenómeno de “cámara común” entre el estómago y el esófago.
Crura diafragmática (o “lazo
de Allison”): constituye el hiato esofágico, y actúa independientemente
del resto del diafragma. Una fracción de segundo antes de contraerse la cúpula
diafragmática (con aumento de la presión intra-abdominal e intra-gástrica y
descenso de la intra-torácica e intra-esofágica), se contrae la crura para
apoyar el mecanismo de barrera, actuando conjuntamente con el EEI. El EEI y la crura actúan en forma
conjunta en su función de BA, y además se relajan en forma conjunta durante las
RTEEI (¿reflejo vagal?). La contracción de la crura además acentúa el
ángulo de His.
Angulo de His: formado
entre el segmento inferior del esófago y el fundus gástrico. Al distenderse el
fundus, el mismo comprime al esófago distal, y debido a esta angulación, al
contenido fúndico le resultará difícil refluir hacia el esófago.
Aclaramiento motor esofágico
y aclaramiento químico (saliva): el material refluido
debe ser rápidamente devuelto al estómago por la “onda secundaria”. Si no es
así, pequeñas cantidades de reflujo pueden permanecer mucho tiempo en el
esófago simulando mayores volúmenes (Acalasia, Esclerodermia). A su vez, la
deglución de saliva, que tiene un pH alcalino, permite neutralizar el pH ácido
refluido (Söjren).
Vaciamiento gástrico: si el
estómago permanece ocupado, aumenta la presión intra-gástrica, y por lo tanto
se acentúa el gradiente de presión gastro-esofágico.
Poco se conoce
sobre el funcionamiento pilórico para
impedir el reflujo duodeno-gástrico, que cada día toma mayor importancia en el
impacto histológico de la ERGE.
Es
importante comprender que la BA no solo está formada por el EEI, sino por un
conjunto de componentes dinámicos, que no siempre responden de la misma forma a
los cambios de gradiente. A la unidad que forman el EEI, la crura, y el ángulo
de His, la denominamos “COMPLEJO ESFINTERIANO” (CE).
HERNIA HIATAL (HH):
Se denomina HH
al desplazamiento de la unión esófago-gástrica (UEG), desde el abdomen hacia el
tórax, a través del hiato esofágico. Está influenciada por el juego de
presiones entre dos cavidades, y puede desplazarse en contra de la gravedad.
Cuando se prodce
una HH, el hiato suele estar dilatado, y la crura no ejerce presión en el lugar
adecuado (sobre el cuerpo gástrico, y no sobre el EEI). Al perder su fijación
posterior, el EEI pierde presión de reposo. Además, al desaparecer el ángulo de
His, la forma que adopta la UGE simula un embudo invertido, lo cual favorece el
camino del contenido gástrico hacia el esófago. Esta disposición anatómica
favorece las RTEEI, aunque muchas veces los pacientes con HH no registran
presión en el EEI en el estudio manométrico, por lo cual se puede considerar
que presentan una relajación permanente del
EEI.
La
consecuencia de la HH, es que se desarma anatómicamente el CE.
Análisis del CONTENIDO GASTRICO y DUODENAL:
El ácido clorhídrico (HCl) es el
principal agresor y el más sintomático, pero lamentablemente no el único.
Además de contenidos alimentarios, el estómago aporta pepsinógeno que se activa
a pepsina a un pH menor a 4. A su vez el contenido duodenal (bilis y jugo pancreático) puede también
refluir al estómago y desde allí al esófago (RDGE). La bilis tiene ácidos biliares que se presentan en su
forma conjugada o desconjugada según el pH. Las enzimas pancreáticas también
pueden hallarse en su forma activa o pro-activa según el pH. El contenido
duodenal generaría menos percepción sintomática que el HCl.
Todavía no se
conoce con certeza la acción de cada uno de estos componentes, pero cada vez
habría mayor evidencia que el ácido promovería las lesiones pépticas, y que su
combinación con las sales biliares favorecería los cambios genéticos que
dispararían la secuencia metaplasia – displasia – neoplasia (m-d-n).
CAPACIDAD DE DEFENSA del
esófago y de las estructuras supra-esofágicas:
Es un concepto
dinámico según el estado general del organismo, y no es igual en todos los
sitios que pueden ser agredidos (esófago-faringe-laringe-bronquios-boca-oídos).
Si bien el estómago está preparado para tolerar su propia secreción, se puede
ver afectado por la secreción duodenal refluida. El esófago no cuenta con la
capacidad buffer del estómago para controlar un material que asciende a pH muy
bajo, y peor aún, si está acompañado de pepsina. Se produce un estado
inflamatorio que afecta el epitelio esofágico (células y espacios
intercelulares), pudiendo progresar a la mucosa y sub-mucosa, el cual podría
verse más complicado aún, si además se agrega contenido duodenal con ácidos
biliares y enzimas pancreáticas. Solo existe en el esófago una fina lámina de
agua y bicarbonato, y también la protección que otorga la saliva que además
colabora en la re-epitelización. Los sectores supra-esofágicos son más
sensibles aún a la agresión.
PRESENTACION CLINICA y
DIAGNOSTICO:
Existen síntomas
“clásicos” como la regurgitación y la pirosis, pero la presentación puede ser muy
variada (dolor, disfagia, carraspera, tos, broncoespasmo, etc).
La instalación
clínica suele ser progresiva, y los síntomas se presentan generalmente en
relación a situaciones cotidianas (ej: comer, acostarse), por lo cual los
pacientes se van “acostumbrando” a
eventos que se tornan habituales y son asumidos como “normales”, y en ocasiones
no se relatan en un interrogatorio apresurado.
Dividimos a los
síntomas en síndromes:
a) propios de reflujo, movimiento de
contenido (regurgitación, pirosis, vómitos, eructos, rumiación, ahogos
nocturnos),
b) dolor, inflamación (acidez epigástrica, epigastralgia, dolor
retro-esternal),
c) obstructivos o alteración en el tránsito (disfagia,
dolor),
d) extra-esofágicos (carraspera,
disfonía, tos, broncoespasmo, caries, otitis, etc).
Aunque puede
haber superposiciones, cada uno de estos “síndromes” podría indicar un
comportamiento fisio-patológico diferente.
Los síntomas son
una sensación subjetiva, y no son llamados de la misma forma por todos los
pacientes. Ej: “dolor al tragar, puede confundirse con dificultad para tragar,
con quemazón retro-esternal, con dolor retro-esternal”. Podría interpretarse
como ¿dolor retro-esternal?, ¿pirosis?, ¿disfagia?; la interpretación más
acertada la da la experiencia.
El esófago no
puede ser examinado en un examen físico general, por lo que “todo se juega” en
el interrogatorio. Se necesita tiempo y paciencia. El cuadro 1 muestra la frecuencia de
presentación de síntomas predominantes en consultorio.
Cuadro
1(Hospital
de Clínicas, 2001 - 2004):
(Hospital de Clínicas, 2001 - 2004):
Del
interrogatorio inicial, se busca principalmente los siguientes datos:
- tiempo
de evolución y síndromes iniciales; progresión de síntomas en intensidad,
frecuencia y agregado de otros síndromes (enfermedad
progresiva); respuestas a cambios de hábitos o tratamientos médicos,
- síntomas de alarma (ej predominio
del adelgazamiento, vómitos, disfagia, etc)
METODOS DE ESTUDIO (a quien
estudiar y que esperar de cada estudio)
Ante
manifestaciones agudas de RGE sin síntomas de alarma, se puede realizar
tratamiento sintomático (prueba sintomática) y re-evaluar al paciente según su
evolución. Un paciente con manifestaciones crónicas de la enfermedad debe ser
estudiado.
¿Qué es lo primero que queremos saber?: por
las implicancias que puede tener en el tratamiento, seguimiento y pronóstico,
se debe conocer si existe lesión mucosa como 1ra evaluación de la relación agresión / defensa (material refluido/defensa
mucosa agredida), y de esa manera realizar una estadificación inicial:
ESTADIFICACION CLÍNICA DE LA
ERGE
A - Sintomatología esofágica
o extra-esofágica sin lesión mucosa, esofágica
o extra-esofágica.
B - Lesión inflamatoria leve (esofágica
o extra-esofágica) con o sin síntomas
(esofágicos o extra-esofágicos), (grado I, II, III – Clasificación de Savary) ó
C - Lesión inflamatoria severa (esofágica o
extra-esofágica) con o sin síntomas
(esofágicos o extra-esofágicos), (grado IV – Clasificación de Savary) ó
D - Activación
de la secuencia metaplasia-displasia-neoplasia (m-d-n) (esofágica
o extra-esofágica), con o sin síntomas
(esofágicos o extra-esofágicos),
Pueden existir combinaciones (ej.:
inflamación laríngea con mucosa esofágica sana; síntomas extra-esofágicos puros
con inflamación solo en la mucosa esofágica; asociación de inflamación con
m-d-n; etc). Se clasifica según la situación más avanzada.
Para la estadificación, es necesario
realizar una Endoscopía
Digestiva Alta (EDA), (en ocasiones se debe agregar también
una fibrolaríngoscopía):
La EDA es un estudio operador
dependiente, siempre debe informar altura del cambio mucoso, altura de los pliegues gástricos y la altura de la impronta hiatal. Se han propuesto distintas clasificaciones para
informar el estado de la mucosa, las más utilizadas son:
Por lo tanto, luego de la evaluación
endoscópica, se dividen 2 grupos:
I) ERGE sin lesión esofágica o
extra-esofágica. (A de nuestra
clasificación)
II) ERGE con lesión esofágica o
extra-esofágica. (B – C – D)
El estadio A solo necesita tratamiento
sintomático y control. No preocupa una eventual persistencia de RGE, ya que las
mucosas agredidas se defienden bien. Es importante el control en el tiempo, para saber si persiste una adecuada
defensa mucosa.
En estadíos B – C – D, o en el A sin control de síntomas a pesar
del tratamiento, se realizan más estudios que permitan inferir los
mecanismos de acción que conducen a las lesiones o los síntomas, para interferir en
dicha secuencia.
¿Qué queremos saber?
En los estadios B – C – D, las lesiones ya dan prueba
de la existencia de RGE (casos raros de lesiones no debidas a reflujo deberán
ser analizados aparte). O el RGE es más abundante y/o agresivo que en
el estadio A, o el
huésped más sensible, la ecuación final da un paciente con lesión. Se debe
investigar las características del RGE y los mecanismos de defensa de dicho
paciente, para un tratamiento no solo sintomático, sino que además frene ó altere la ecuación agresión-defensa.
La primera defensa es la BA. Para evaluar su
anatomía y funcionamiento, se dispone de Radiología contrastada dinámica y
Manometría esofágica. Para evaluar los factores
agresores (tipo y características del material), pHmetría de 24
horas, y mejor aún Impedanciometría de 24 horas con pHmetría; Bilitec 2000.
Si bien existen estudios sobre
condiciones de defensa y reparación del epitelio esofágico, todavía no se
utilizan en la práctica clínica.
Radiología: Tránsito Esófago-gástrico y
funcionamiento de la BA
Es un estudio dinámico, operador
dependiente. Permite observar las características del tránsito esofágico, los
episodios de RGE y el aclaramiento esofágico del material refluido, y las
características del vaciamiento gástrico; todos datos importantes para
comprender el comportamiento de la ERGE, que es un problema motor dinámico.
Evalúa la BA en forma dinámica, y es
el mejor método para diagnosticar una HH y el comportamiento de la misma.
Además también es el mejor estudio para inferir la longitud del esófago en
relación al diafragma, dato fundamental cuando se evalúa un paciente para
cirugía anti-reflujo. Recomendamos realizar el estudio reproduciendo las
condiciones en las que el paciente habitualmente presenta RGE (post-ingesta).
Al ser un estudio de pocos minutos
para una enfermedad que se comporta diferente día tras día, puede presentar
falsos negativos.
Manometría esofágica:
Evalúa las presiones intra-esofágica
e intra-gástrica (gradiente) y la presión de la BA en reposo, y la capacidad propulsiva
y de aclaramiento del cuerpo esofágico.
Nuevamente, la principal desventaja
es que es un estudio estático, de pocos minutos, sobre estructuras dinámicas
que deben adaptarse permanentemente a cambios de presión. Si bien se han
ensayado estudios manométricos prolongados, todavía no resultan de aplicación
clínica.
En los últimos años se ha
desarrollado la Manometría de Alta
Resolución, que evalúa parámetros similares que la Manometría standard,
pero con mayor detalle y precisión.
pHmetría e Impedanciometría:
Estudios complementarios que evalúan
el material y sus modalidades de refluir. Se realizan en forma prolongada
(usualmente 24 horas), lo que permite un análisis en situaciones más variadas y
reales.
Los estudios estandarizados de pHmetría, que dieron los valores
normales y patológicos, se realizan con transductores (uno o más) a 5 cm por
arriba del EEI medido por manometría, y detecta si el pH esofágico, que
usualmente está alrededor de 6-7, cambia a un pH más bajo. En ausencia de
ingesta de alimentos (lo cual queda registrado), dicho cambio es debido a
reflujo de material gástrico. El paciente registra sus síntomas y se evalúa su
asociación con los eventos de reflujo. El software está diseñado para detectar
pH ácido menor a 4. Puede presentar falsos negativos al no considerar eventos
de reflujo a un pH mayor a 4.
La impedanciometría mide conductividad eléctrica, la cual se ve
alterada por el paso de cualquier material a través de dos puntos entre los que
se realice la medición. Detecta movimiento de cualquier contenido, a cualquier
valor de pH. Ambos métodos pueden combinarse, e informar el pH del
material refluido.
El Sistema Bravo (MR) es una cápsula que se fija en la mucosa
esofágica por arriba del EEI y que permite la misma medición que el pHmetro
pero sin un cable que pasa por la nariz. Permite mediciones más prolongadas, ya
que en general queda fijo en la pared del esófago por más de 48 hs.
TRATAMIENTO
El tratamiento
de la ERGE crónica puede tener dos enfoques diferentes:
1) Control
de síntomas - Mejoramiento
de calidad de vida.
Comentario: este
enfoque acepta la persistencia de reflujo asintomático, lo cual puede lograrse al cambiar las
características del material a refluir (disminuyendo o neutralizando la
secreción ácida). Si el RGE se produce por un gradiente de presión entre dos
cavidades, y las condiciones de falla de barrera persisten, persistirá el RGE
aunque se modifique el pH del contenido y su capacidad de generar síntomas.
Pero si ese reflujo no produce síntomas ni lesiones no deberá preocuparnos,
salvo estar atentos de que en su evolución en el tiempo persista sin producir
lesiones y/o síntomas.
2) Control
del RGE – Curación de
lesiones y/o Prevención de evolución a estadios más severos.
Comentario: se
basa en transformar el material a refluir en uno no agresivo, o en mejorar la
barrera antirreflujo y/o el gradiente. Si la relación, material agresor/defensa
de la mucosa, da como resultado lesiones progresivas, es necesario control del
RGE, independientemente de los síntomas.
Opciones terapéuticas:
A) medidas
higiénico-dietéticas: busca disminuir el gradiente de presión
gastro-esofágico y que la BA no pierda presión.
B) Neutralizantes
e inhibidores de la secreción ácida: busca disminuir la agresividad
del material gástrico a refluir.
C) Proquinéticos: busca
mejorar el vaciamiento esofágico y gástrico, y aumentar la presión de la BA.
D) Protectores
de la mucosa esofágica: sucralfato.
E) Cirugía
antirreflujo tiene como objetivo frenar el reflujo de cualquier tipo
de material (ácido o no). El fundamento es rearmar anatómica y funcionalmente
el complejo esfinteriano, es decir la BA.
Se debe elegir
una opción de tratamiento según
el problema del paciente. Se analizan los escenarios más frecuentes:
1) Ausencia
de lesión mucosa, estadio A: tratamiento
sintomático y control.
Se inicia
con cambios de hábitos que
intentan mejorar el gradiente de
presión gastro-esofágico (bajar de peso, evitar la distensión
gástrica, mejorar afecciones respiratorias, etc), evitar alimentos y
medicamentos que afectan la presión de la BA (alimentos grasos, cafeína,
medicación que relaja el músculo liso, etc).
En pacientes con
reflujo nocturno, se puede levantar la cabecera de la cama. No suele ser
necesario dormir en un plano inclinado (disminución de calidad de vida), en
estadios iniciales de la enfermedad, donde el RGE suele ser post-prandial
(distensión gástrica y falla transitoria de la BA). Las RTEEI es más difícil
que sucedan cuando el paciente está acostado.
El uso de
neutralizantes de la secreción ácida y/o protectores de la mucosa, puede
controlar los síntomas en una forma económica.
Bicarbonato de sodio: neutraliza
la acidez gástrica. Al ser un compuesto muy soluble en agua tiene rápida
absorción gástrica, y la carga de álcali y sodio puede ser de riesgo en
pacientes con insuficiencia cardíaca o renal.
Combinaciones de Magnesio y Aluminio: neutralizan
el acido en forma relativamente balanceada y sostenida, el hidróxido de
magnesio actúa en forma rápida y el de aluminio mas lento. Tienen un efecto más
prolongado ya que son pobremente absorbidos en el estómago.
Sucralfato (combinación de octosulfato de sucrosa y
aluminio): efecto citoprotector
al inhibir el daño inducido por el acido y la hidrólisis de las proteínas
mucosas mediada por pepsina, que contribuyen a la erosión mucosa y a la
ulceración. En un medio acido (administrar antes de las comidas), se transforma
en un polímero viscoso, que se adhiere a las células epiteliales y al cráter
ulceroso, por al menos 6 horas.
Proquinéticos: su efectividad es inferior a la
deseada, y sus efectos secundarios son una importante limitación (ej, los
trastornos del ritmo cardíaco asociados al uso de cisaprida). No han demostrado
casi efecto sobre la propulsión esofágica, y muy poco sobre la presión del EEI.
La acción beneficiosa estaría al mejorar el vaciamiento gástrico. Los efectos
sobre el sistema nervioso central de la metoclopramida, hacen preferible el uso
de domperidona.
Todos los medicamentos arriba
mencionados y sus combinaciones no siempre resultan efectivos o suficientes. La
gran revolución del control sintomático del RGE (sobretodo del síndrome de
dolor/inflamación expresado como acidez y/o pirosis o dolor) se dio al comienzo
de los años ’80, cuando se desarrollaron los primeros inhibidores de la bomba
de protones (IBP), que se describirán a continuación.
2) Lesión
mucosa (en esófago o supra-esofágica).
Es
necesario curar las lesiones,
además del control sintomático.
Más del 50% de
estos pacientes presentarán lesiones inflamatorias leves (Savary I – II estadio B). Las lesiones
inflamatorias-pépticas tienen gran relación con el reflujo de HCl y pepsina,
por ello se obtiene muy buena respuesta al controlar la secreción ácida.
IBP: son los supresores mas potentes de la
secreción acida gástrica, al no permitir disponer de la
molécula de H+ para la formación de HCl, ya que inhiben la H+,K+-ATPasa (bomba de
protones). Actúan sobre la vía final común de la secreción acida, en
lugar de hacerlo sobre receptores de membrana (histamina,
acetilcolina, gastrina), como los antagonistas
H2 que también disminuyen la secreción de HCl.
Los IBP se ofrecen como pro-drogas,
para ser absorbidas en el intestino delgado. Llevan una cobertura para
atravesar el medio ácido gástrico, que las activaría y no permitiría que sean
absorbidas. Luego de su absorción a la circulación sistémica, la pro-droga
difunde hacia la célula parietal gástrica y se acumula en el interior del
canalículo de secreción de acido, donde es activada, e inactiva la H+,
K+-ATPasa en forma irreversible. La reanudación de la secreción de ácido solo
será posible luego de la síntesis de nuevas bombas de protones, obteniéndose una
prolongada supresión de la secreción de acido (24-48 hs) en contraposición a su
corta vida media (0.5-2 hs). Debido a que para la activación de la droga es
requerido un pH acido en el canalículo de secreción de la célula parietal, y
que la comida estimula la secreción de ácido, deben ser administradas antes de
las comidas.
La curación de
la esofagitis péptica con IBP es mayor al 90%. Este porcentaje puede disminuir
en lesiones inflamatorias severas o extra-esofágicas.
3) Ante
lesiones inflamatorias más severas (estadio C), se debe mejorar la
calidad de vida (control sintomático) y se deben curar las lesiones, lo cual se
logra con los IBP en un buen porcentaje de los casos. En algunas ocasiones,
para la curación de las lesiones puede ser necesario el control del reflujo.
La ecuación
material agresor/defensa de la mucosa, está resultando desfavorable, y en
ocasiones puede no ser suficiente solo controlar la secreción ácida. Se acepta
que las lesiones pépticas severas se acompañan de una falla de BA más
importante que las lesiones leves, pero la gran eficacia que han demostrado los
IBP, permite comenzar el tratamiento con inhibición de la secreción ácida antes
de pensar en mejorar la BA, lo cual implica una cirugía.
Cuando se cura
la lesión inflamatoria, el paciente vuelve a un estadio A, es
decir control de síntomas y de la evolución de la mucosa en el tiempo. Si no curan las
lesiones, o si las mismas reaparecen una vez suspendido el tratamiento médico,
se debe considerar la opción de arreglar la BA.
4) Se
diferencia el Barrett, donde
se activó la secuencia m – d – n (estadio D). No se conoce otra
causa de progresión del Barrett, que no sea la persistencia del RGE,
independientemente de los síntomas. Por lo tanto se debería frenar el RGE.
Existen casos
que pueden salir de esta generalización, y deben ser analizados en forma
individual: ej. estadio A que no
alivia sus síntomas y requiere dosis altas o asociación de Bloqueantes H2 o IBP
(situación cada vez más frecuente); o que quiere abandonar un tratamiento
médico crónico y costoso; o estadío B o C que no cura sus lesiones con medicación, o
que las mismas recaen luego de ser curadas. Con experiencia se puede optimizar
el tratamiento médico, o analizar con el paciente los costos y beneficios de
reparar la BA (cirugía).
5) ¿Cuándo se indica Cirugía antireflujo
(CAR)?
La mayoría de
los pacientes inician con tratamiento médico, y se reservan otras opciones
terapéuticas para casos muy seleccionados que se evaluarán a continuación.
Alrededor del
80-85% de los pacientes están en un estadio A o B y solo
requerirán tratamiento sintomático, lo cual se suele lograr muy bien con el
tratamiento médico adecuado. En ellos, la CAR solo estaría indicada ante
persistencia de una regurgitación difícil de controlar, sobretodo al
recostarse, lo cual altera la calidad del descanzo y puede producir ahogos e
inclusos aspiraciones. Es raro que no se controle la pirosis con la medicación,
lo cual constituye una verdadera falla del tratamiento, en esos casos se debe
confirmar con estudios objetivos que la causa de los síntomas es la pirosis,
ante esa situación se puede ofrecer CAR al paciente. Otra causa de indicación
de CAR es cuando el paciente no puede afrontar la compra de la medicación o
cuando quiere analizar una opción para suspender un tratamiento crónico.
Cerca de un
15-20% presentarán una lesión progresiva en el esófago o extraesofágica (más
frecuente la laringe), o serán conocidos por primera vez ya con lesiones
severas (estenosis, úlceras, Barrett), por lo que, además del alivio
sintomático, necesitan control del reflujo en si mismo, ya que aunque logremos
controlar sus síntomas con medicación, existe riesgo de progresión de las
lesiones (que ya están suficientemente avanzadas) por la persistencia del
reflujo menos sintomático o incluso asintomático en algunos casos. El
tratamiento que ofrece mejor control del reflujo (de cualquier característica,
gástrico y/o duodenal) es la CAR.
Algoritmo de estudio y
tratamiento de pacientes con ERGE en la Sección Esófago
del Hospital de Clínicas:
ERGE: Enfermedad
por Reflujo Gastro-Esofágico, INFL: inflamatoria, BA: barrera anti-reflujo;
RxCD: radiología contrastada y dinámica; MANOM: Manometría esofágica; CAR:
cirugía anti-reflujo.
Se puede enfocar
la indicación quirúrgica con los siguientes objetivos:
Control de
síntomas - Mejoramiento
de calidad de vida (grupo 1).
Control del RGE – Curación y/o prevención de evolución de la
enfermedad hacia formas más severas (grupo
2).
En el grupo 1 se deben
analizar los siguientes aspectos:
1) La edad de los pacientes que se presentan como candidatos a
cirugía puede ser cada vez mayor.
2) El IMC (Indice de Masa Corporal) de
los pacientes con ERGE puede ser también cada vez mayor.
3) Un grupo de pacientes
con ERGE tienen asociación con desórdenes
psico-emocionales.
4) También es frecuente que a la ERGE se
asocien otros trastornos de la
motilidad gastrointestinal.
5) Presencia de síntomas supra-esofágicos, que en
ocasiones resulta difícil demostrar su asociación con la ERGE.
- 1) y 2) Existen
reportes de resultados postoperatorios a corto plazo similares con CAR en
pacientes de edad avanzada y/u obesos, cuando se los compara con pacientes de
menor edad y sin sobrepeso. Pero los ancianos se acompañan de evaluaciones
anestesiológicas de mayor riesgo (ASA) (puede esperarse mayores complicaciones
quirúrgicas), y además suelen recibir medicación que predispone al RGE
(relajantes del músculo liso, AINE, beta bloqueantes, etc). En pacientes
obesos, se ha registrado un mayor porcentaje de re-herniación en controles
alejados.
- 3) y 4) La
asociación de ERGE con otros trastornos motores GI o con alteraciones
psico-emocionales es común. Los síntomas pueden superponerse y hacer difícil la
adjudicación de la causa de los mismos. Esto puede alterar la evaluación de los
resultados de la CAR, ya que pacientes con estudios objetivos normales
postoperatorios (radiológicos, endoscópicos, manométricos,
pH-impedanciométricos), pueden persistir con sus síntomas o agregar otros
nuevos, que no siempre son relativos a RGE.
- 5) Cada
vez se deriva un mayor número de pacientes a CAR por síntomas supra-esofágicos,
y en muchos de ellos no se encuentran síntomas y/o lesiones clásicos de la ERGE
(pirosis, regurgitación, esofagitis). Se debe demostrar con estudios objetivos
la asociación de los síntomas con eventos de RGE, antes de indicar CAR.
En el grupo 2, se debe
analizar, si detener la agresión (RGE) arreglando la BA, otorga verdaderas
chances de interrumpir el proceso fisio-patológico que provocó el avance de la
enfermedad. Son necesarios más trabajos de investigación para confirmar
esta hipótesis, pero el análisis de los estudios disponibles en la actualidad
indican que la CAR exitosa (es decir cuando se detiene el RGE), resultaría la
mejor alternativa terapéutica para estos pacientes.
En un análisis
bibliográfico, el grupo de la Universidad de Emory (“Laparoscopic
Fundoplication for Dysphagia and Peptic Esophageal Stricture”, J Gastrointest
Surg 1998) encontró que los pacientes con lesiones severas por ERGE son de
mayor edad y responden mejor a CAR que a tratamiento médico y/o dilataciones reiteradas.
Similares resultados publicó el equipo de la Clínica Mayo de Florida
(“Laparoscopic Antireflux Surgery for the Treatment of Esophageal Strictures
Refractory to Medical Therapy”. Klingler JP, Hinder RA, et al, Am J
Gastroenterol 1999).
Existe mayor debate
aún sobre la utilidad de la CAR en la prevención de la progresión de Barrett a
adenocarcinoma. El trabajo comparativo con mayor cantidad de estudios objetivos
sobre la persistencia o no de RGE post-tratamiento a largo plazo, es el del
grupo del Dr Pascual Parrilla de la Universidad de Murcia en España (“Long-Term
Results of a Randomized Prospective Study Comparing Medical and Surgical
Treatment of B. Esophagus”. Parrilla P, et al – Ann Surg, 2003). Se dividió a
los pacientes con Barrett sin displasia a dos ramas de tratamiento (Grupo 1:
tratamiento médico y Grupo 2: CAR). El control sintomático no presentó
diferencias significativa entre ambos grupos, pero los estudios objetivos, que
incluyeron pHmetría de 24 hs y Bilitec 2000 (mide la presencia de bilirrubina
en la luz esofágica, por lo tanto reflujo duodenal), demostraron en forma
significativa, un mejor control del reflujo ácido (75% vs 85%), y con mayor
diferencia aún del reflujo duodenal (25% vs 85%). Se observó progresión a
displasia y adenocarcinoma en ambos grupos (mayor en la rama de tratamiento
médico), pero la conclusión más importante fue que ningún paciente con control
objetivo del RGE tuvo progresión, ya que en los pacientes de la rama quirúrgica
con avance de la enfermedad, se había demostrado falla del mecanismo
antireflujo con estudios objetivos (recurrencia del RGE), mientras que en
aquellos con mecanismo valvular funcionante no hubo progresión. Esto también
ha sido observado por otros (“Barrett’s Esophagus Can and Does Regress after Antireflux
Surgery: A Study of Prevalence and Predictive Features”. Gurski RR, Peters JH,
et al J Am Coll Surg 2003;196: 706–713).
Esta
información confirma, como ya lo hicieron otros trabajos (“Successful
elimination of reflux symptoms does not insure adequate control of acid reflux
in patients with Barrett’s esophagus” Castell DO et al. Am J
Gastroenterol 1994)(“ Control of intra-oesophageal and intra-gastric pH with
proton pump inhibitors in patients with Barrett oesophagus” Gerson LB, Shetler
K, Triadafilopoulos G Dig Liver Dis 2005 Sep; 37(9): 651-8), que el control
sintomático no asegura el control del RGE en pacientes con esófago de Barrett,
y que si persiste el reflujo, la enfermedad puede avanzar, aunque el paciente
se encuentre asintomático (con IBP o post CAR fallida); lamentablemente todavía
no podemos identificar quienes progresarán, ni en qué período de tiempo. Por lo
tanto, estos pacientes necesitarían control, no solo endoscópico para evaluar
el estado de la lesión ya producida o su progresión, sino también con estudios
funcionales que permitan demostrar, el control o la falla en el control del RGE
(Durand L, DDW 2008).
El único factor
conocido que influye en la aparición y posterior progresión de la secuencia m –
d – n es el RDGE (los trabajos de investigación cada vez le atribuyen mayor
impacto al contenido duodenal). Si existe alguna predisposición genética, dato
aún no del todo aclarado, no podemos influir en ella con los tratamientos que
disponemos actualmente. Por lo tanto, frente a un paciente con esófago de
Barrett, se debería discutir (evaluando riesgos y beneficios de cada caso en
particular) el tratamiento que le ofrezca las mayores chances de control del
RGE.
Se han publicado
otros estudios de comparación de tratamiento médico vs quirúrgico (Spechler,
Lundell), pero no han sido dirigidos primariamente a Barrett, y se basaron
principalmente en control de síntomas, sin o con escazos estudios objetivos que
permitan evaluar la efectividad en el control de RGE de los tratamientos
empleados (tanto médico como quirúrgico).
En resumen, una
vez que conocemos el estado de la
mucosa (como resultado de la agresión crónica / defensa del paciente),
y el estado de la BA (como
pronóstico a largo plazo de como va a seguir refluyendo un paciente), se puede
evaluar la indicación de CAR. Finalmente, se debe considerar el estado clínico general del
paciente como para cualquier otra cirugía de importancia. Y además, tener en
cuanta las afecciones clínicas que tienen un impacto directo en la ERGE y en
los resultados postoperatorios, como la asociación con otros trastornos
funcionales gastrointestinales o trastornos psico-emocionales, con el
sobrepeso, con la edad y la asociación con otras medicaciones que puedan
favorecer el RGE, etc.
Resulta muy importante que
paciente y cirujano, comprendan y estén de acuerdo en el preoperatorio, sobre
la indicación y lo que se espera de la cirugía, ya que la evaluación de los
resultados estará de acuerdo a esta expectativa prequirúrgica. A modo de
ejemplo, no tolerará igual la distensión aérea, que algunos pacientes tienen en
el postoperatorio y que lo refieren como molestia, aunque ya no tengan reflujo,
aquel que se operó para mejorar su calidad de vida, que aquel que comprendió
que era necesario frenar el reflujo para prevenir la progresión de una lesión
metaplásica en la mucosa esofágica.
CONCLUSION:
La ERGE es una enfermedad crónica,
con gran variedad de “estadios” como forma de presentación y de evolución.
Puede ir desde síntomas banales sin lesiones, hasta la estenosis del esófago o
la aparición de un cáncer de muy difícil tratamiento, con todos los estadíos
intermedios. Tiene alta prevalencia y cada vez se presentan un mayor número de
casos con complicaciones severas (no de tipo inflamatorios, si de activación de
la secuencia m-d-n).
Se recomienda a los médicos
generalistas manejar los “estadios” iniciales con criterio fisio-patológico que
permita optimizar los métodos de estudio y tratamiento, y prevenir la
progresión a formas más graves; teniendo muy presente el control en el tiempo, aún cuando haya
mejorado la sintomatología. Y finalmente, apoyarse en especialistas para el
manejo de los casos más complejos.
Una impresión general, es que en
otras enfermedades crónicas como la hipertensión arterial o la diabetes, el “end point” está puesto en el control
del evento fisio-patológico que desencadena la enfermedad (es decir la
hipertensión, o la hiperglucemia), y secundariamente en el control de los
síntomas y sus complicaciones. No parecería que suceda lo mismo en la ERGE,
donde el “end point” estaría más en el control de los síntomas y eventualmente
el “seguimiento” de las lesiones ya producidas, y no en la objetivación del
control del reflujo propiamente dicho. Si bien médicos generales manejan
pacientes diabéticos e hipertensos, parecería estar establecido que en las
formas más severas de la enfermedad deben ser apoyados por especialistas. Este
punto no parece estar muy claro en la ERGE.
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